sábado, 31 de octubre de 2009

Sobre los otros amores de Alejandra: Berlín



Después de un año regreso a Berlín. El aire frío y seco penetra mis fosas nasales descongestionándolas por completo y regalándome el aroma dulzón de los dulces navideños, el glühwein y los perfumes elegantes. Las nubes grises, avanzada de la noche prematura, se me acercan, casi me besan. La organización obsesiva me tiende la mano asegurándome que todo sucederá como se espera. Las cabezas erguidas de los berlineses, de los alemanes en general, su sentido de orgullosa posesión de la ciudad despierta una vez más mi admiración… admiración que pudiera ser, si rebusco bien, hasta un poco de envidia. Siento que he llegado a mi segundo hogar.

Recorro AlexanderPlatz, la misma plaza que un día fuera el emblema orgulloso del socialismo alemán y que hoy me muestra centros comerciales de ensueño, turistas de todos los rincones y gente que expresa libre y tranquilamente su forma de pensar, sea la que sea. Recorro Karl Marx Alle, entro a la estación de Schillingstrasse y tomo el U5 en dirección a Hönow. Me bajo en Samaritestrasse para recorrer aquellas calles tan cercanas al que fue mi apartamento durante dos años. Entro a las múltiples tiendecitas donde puedo comprar artículos varios por unos pocos euros. No puedo resistirme a la tentación de comprarme alguna baratija pero termino reservándome para las Galerías Kaufhof o Alexa.

Encamino mis pasos hacia Warschauerstrasse y me paseo un rato por la East Side Gallery. Hace solo 20 años estos muros que hoy exhiben inofensivos graffitis,  dividían al pueblo alemán en función de ideologías que ellos no habían escogido. Aquí hubo lágrimas y muerte y locura como los hay hoy en los casi 150 kilómetros de agua salada que dividen a Cuba y Estados Unidos.  Sueño con el día que mi patria también vea caer las murallas invisibles que la encierran.
Las nubes grises continúan esforzándose en rozarme los cabellos y traer la noche. Disfruto ese momento de semioscuridad y seca frialdad. Me invade la nostalgia. Recorrí muchas veces estas calles. Las recorrí amando, las recorrí llorando, las recorrí tiritando de frío o eufórica por los sueños que construía. Las recorrí, las viví, las hice mías y ellas se me entregaron con una sonrisa de novia enamorada. Ich bin eine Berlinerin auch (Yo también soy berlinesa).

3 comentarios:

Esopo de Cuba dijo...

Alejandra cuando leí lo que escribiste de Berlín, vino a mi memoria una estancia que estuve de 6 meses en 1985 en la bella Praga, los días eran grises también, bañada por el Rió Voltava cruzada por muchos puentes siendo su máxima expresión el Puente Carlos, cuando llegué pensé que había llegado a la meca del desarrollo socialista, después de unos meses intimando con los checos fui conociendo lo que se escondía detrás de la cortina de hierro, que con mi adoctrinamiento en Cuba pensaba que era pura propaganda del enemigo imperialista. Una cosa que me ayuda mucho a mantener mi fe inquebrantable en el futuro democrático de Cuba era la fe que tenían los checos, que conocía, que el comunismo era una cuestión de tiempo que para mi era imposible de creer en aquella fecha, después vino la revolución de Tercio Pelo, donde las jornadas de lucha de los checos para lograr la democracia fueron en la Avenida Wenceslao por donde casi a diario paseaba y desarrollaba mis actividades de trabajo.

Aguaya dijo...

Qué lindo, qué lindo lo que has escrito, Alejandra..........
Creo que también extrañaría a mi segunda casa si me separara largo de tiempo de ella. De hecho cuando voy de vacaciones o por trabajo a otro lugar, ya quiero regresar a mi segunda ciudad rápido. Berlín es preciosa y única.
Und ich, ich bin auch eine Berlinerin.
Un abrazo desde aquí mismo, desde Berlín!!

Anónimo dijo...

Hoy dia treinta anos despues y viviendo cerca de Tampa, E.U. todavia me acuerdo de cuatro maravillosos meses que vivi' en Berlin Occidental. En aquel entonces aprendi' una gran leccion: el aislamiento solo ayuda a los tiranos. Al fin me di cuenta que los Castro solo lloran de como el embargo los perjudica, como parte de un juego de psicologia inversa el cual los ayuda a manipular la extrema derecha del exilio. Berlin me abrio los ojos y desde entonces lucho contra los extremos de izquierda y derecha, con la esperanza que Cuba al fin logre una verdadera democracia.Gracias por los recuerdos.
Saludos, Iris Optaciana

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