domingo, 6 de septiembre de 2009

Tres historias
o
Las vicisitudes de un profesional en Cuba

“Estudia para que llegues a ser alguien”. Cualquier padre se ha sorprendido alguna vez susurrando esa frase al oído de su hijo. Estudiar, tener una carrera universitaria, una profesión es considerado en la mayoría de las sociedades un logro de los más importantes. Sin embargo, durante los años de la Revolución ser un profesional se ha convertido en un lastre, más que en una virtud. Las próximas tres entradas intentarán ilustrar este hecho. Relataré tres historias creadas a partir de mis propias vivencias o de las vivencias de otros que han tenido a bien compartir sus angustias conmigo.

Historia 1:
El primer día del resto de una vida

Carla se había graduado con sello de oro y, como joven promesa de la medicina, le había sido asignada una ventajosa plaza en el Centro Internacional de Restauración Neurológica. Era esta una institución prestigiosa donde la asistencia clínica se combinaba con la investigación para atender a pacientes aquejados de Parkinson, epilepsia, enfermedades cerebrovasculares, tumores etc. así que Carla andaba sus pasillos con orgullo, segura de que allí, junto a sus colegas, sería capaz de arrancarle sus secretos a la mente humana. Trabajaba con denuedo, no importaba si era fin de semana, si afuera el sol invitaba a la playa o si el salario que recibía, incluyendo las prebendas que se le otorgaban por trabajar en una institución que atendía mayoritariamente a pacientes extranjeros, le alcanzaba escasamente para comer ella y su madre o para comprarse un par de zapatos que realzara su figura.
Con la ayuda del Dr. Vázquez, uno de los neurólogos que formaban parte de su equipo, se puso en contacto con el jefe del departamento de Neurología del Hospital Universitario de Santander quien accedió a acogerla durante tres meses para enseñarle como trataban allí a los pacientes neurológicos. Tanto Carla como el Dr. Vázquez consideraban imprescindible conocer de primera mano los nuevos procedimientos que se estaban poniendo en práctica en Europa, compararlos a los que ellos utilizaban, sacarles provecho ... y quien mejor para ello que una joven del talento y la dedicación de Carla.
Decidió llevarle al director de la institución la carta donde le era oficialmente comunicada la invitación. Gracias a las explicaciones de algunos de sus colegas que ya habían estado en situación similar, sabía que ese era el primer paso para solicitar el permiso de viaje al exterior. Luego se comenzaría a elaborar un expediente con el visto bueno de la Unión de Jóvenes Comunistas, de su jefe inmediato y del Consejo Científico del hospital. El ministro de Salud Pública lo analizaría y sería quien dijera la última palabra: “viajarás o no viajarás” como un emperador quien, al apuntar su pulgar hacia arriba o hacia abajo, decidiera la vida o la muerte de los gladiadores. Pero aquel expediente, que portaría su ilusión y su suerte, nunca llegó a elaborarse:
- Tú eres muy joven, no sabemos nada de ti, de tu lealtad a nuestros principios revolucionarios... ¡Tu no estás aquí para viajar! – le dijo el director, simplemente.
Ese día Carla regresó a casa avergonzada, desorientada, con el sueño roto aún entre las manos. Supuestamente ella era demasiado joven para aspirar al conocimiento, para soñar, aún no estaba probada... No se quiso preguntar si cuando dejara de ser joven y hubiera demostrado su lealtad al régimen no sería también demasiado vieja para viajar y aprender. Comprendió entonces que algún día la familia, los amigos, las playas, las frutas, todo lo que era quedaría atrás, tendría que cambiarlos por la Torre Eiffel, Versalles, la ciencia... el mundo...todo lo que quería ser... y hubiera podido ser en su isla.

3 comentarios:

el yame cubano dijo...

Muy bueno ,me ha gustado tu escrito no te conocia,yo soy cubano y no te doy mi nombre porque tengo familia en la isla y quiero ir a verlos.Pero me gusta lo que escribes ,encantado de leerte.

Anónimo dijo...

Le cortaron las alas a Carla como mismo se la cortan a todo el pueblo cubano.

Alejandra Dominguez dijo...

A mis primeros lectores, muchas gracias por sus comentarios. Son ustedes los que me hacen perseverar en esta empresa de mantener un blog, cosa que no es facil. Espero estar a la altura de lo que merecen.
Nos vemos en la blogoesfera y quizas un dia tambien en las calles de La Habana.
Alejandra.

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